Nacimiento del pueblo de la Martina

«El diá 1 de enero de 1977 se cumplio el ciento cuarenta aniversario de la fundación de La Martina. Tal dia de 1857 La Gaceta de Madrid, a la sazón Boletin Oficial del Estado, publicaba la Real Orden de 24 de diciembre del año anterior por la que Isidro Rueda obtenía el permiso para construir una canal que tomando aguas del río Sil en el Gericol de  Ponferrada conviritiese en regadío la dehesa de Vega Alegre.

Con la apertura del canal y los posteriores trabajos agrícolas de la zona nació un pueblo. El pundonor de una mujer hizo que tanto la presa como el caserío llevase su nombre: La Martina y que casi ciento cincuenta años después, la mitad de sus habitantes lleven su sangre en las venas.

Hoy es una localidad que compagina una gran actividad industria con la agrícola.

Historia de la Martina

Isidro Rueda fue «Caballero cubierto ante el Rey», un hombre «de una pieza», un «tipo tenaz y decidido», y un «señor». Los recuerdos de tan insigne personaje del Bierzo decimonónico se transmiten de generación en generación en La Martina, porque para los habitantes de lo que deberíamos llamar «casco antiguo», en el que están las casas situadas sobre la antiua carretera de Orense, es uno más de la familia. Dicen que es de bien nacidos ser agreadecidos, y en este caso tratan de hacer justicia con la memoria del hombre gracias al quqe existe el pueblo.

El licenciado Isidro Rueda decidio invertir en terrenos, en las cercanías de Ponferrada, en los años cincuenta del siglo pasado. En aquel entonces el regadío era escaso en el Bierzo, por lo que dicidió llevar el agua él mismo desde el Gericol de Ponferrada ( la zona del Sil por donde cruzaba el camino Ponferrada- Toral de Merayo) al secan en el que invirtió en la zona llamada Vega Alegre, lo que hoy es La Martina.

El Canal del riego del Sil

El «Canal de riego del Sil» (  la presa de la Martina), de seis kilometros de largo, fue un ambicioso proyecto de ingeniería para su época, y un saco sin fondo para las arcas del abogado. En un manuscrito de cinco folios que data de 1894, conservado en la Martina, Isidro Rueda narra con detalle la construcción del canl y los jproblemas que le generaba el río Sil cada invierno cons sus crecidas.

La obra fue otorgada por una Real Orden que firmó La Reina Isabel II en la Nochebuena de 1856, y tras ser publicada en la Gaceta de Madrid una semana despues, pudo dar comienzo la excavación en febrero de 1847. Tardo un año y medio en abrir la caja de la presa en los cuatro kilómetros originales, con sus tres metros de anchura, pero no pudo hacer llegar el agua hasta el verano de 1860, fecha en la que comienza a sacar partido de las 190 fanegas que habia expropiado para hacer el canal, rregando las trecientas hectáresa con los dos mil quinientos litros por segundos adjudicados.

Pero no seria hasta once años despues en 1872, cuando su empresa daría término. Las credidas imprevista del Sil y del Boeza, sin domar todavía por los embalses, deshacían la pieza claave de la obra: la presa que servía de toma de agua.

Tuvo que ir rehaciendo la toma caada vez más arriba, hasta pro decidirse a tomar el agua tan solo de un río, del Sil, en las proximidades de su confluencia con el Boeza ( junto a la cepa del actual puente del ferrocarril), a raíz de la enorme crecidad de 1871. Atrás quedaba quince mil reales minado en las reparaciones de las tomas.

De su tenacidad da cuenta su propia mano, cuando escribe en 1893 «Estas contrariedades en otro cualquiera de tan reducido capital como  es el mío le hubiera obligado a desistir de una lucha con el río en la que para vencerle eran precisos una caudadl de ciencia y otro de dinero con los que yo no contaba; pero conservaba la fen el la idea; creía tener la perseverancia necesaria para llevara a buen termino, y , fuerta en esta convicición y medianamente práctico en el manejo de niveles que estudié por mi, tan solo una prolongación (…) de tomar el agua 499 metros más arriba».

Y su determinación tuvo éxito.

El coste del Canal del Sil ascendió a 272.554 reales y consiguio regal las tierras que habían pertenecido a la dehesa del Hospital de la REina, divididos en ochenta lotes de los que conservó casi la totalidad. Alli construyo una casa de campo, con dos corrales, pajar y cuadras. La entrada de la finca estaba marcada con una caseta o casilla enla que estaba el guarda de la propiedad. Hoy los vecinos la han restaurado pu su simbolismo y se conserva en plena carretera.

Foto antigua de la Martina

Romualdo Fernandez y Martina

Desde esa «casilla», como la llaman, se subía haca la casa de campo, situada ante jardines sobre el talud que hay en cien metros más arriba. Esa casa fue el embrión del pueblo, ya que en ella se instaló la pareja de caseros formada por Romualdo Fernández y Martina, naturales de Columbrianos y Tombrio de Abajo respectivamente. A la muerte de Isidro Rueda, que no tuvo descendencia, los terrenos y la presa fueron subastados por el Estado, y comprados por 19.000 duros (380.000 reales) por la pareja gracias a un préstamo que le hizo una familia de Ponferrada.

A fuerza de trabajo el matrimonio logró sacar adelante a sus ocho hijos, el préstamo y aún ampliar la finca.

Martina se hace cargo

En Ponferrada Martina se convirtió en una mujer muy popular, y comenzó a llamarse a la zona la tierra de Martina, y no Vega Alegre, que era su nombre original. Esta familia ligó para siempre su destino a la finca, de la que sacó más  beneficio que Don Isidro, ya que éste se lamentaba en 1894 que hasta entonces había gastado 523.182 reales entre el canal y las tierras (ellos compraron todo en menos dinero), y le faltaban por recaudar 98.743 para amortizarlo todo… ¡después de administrar la finca 34 años!. Sólo conseguía 10.520 reales por año. Romualdo y Martina engendraron ocho hijos: Isidro, Josefa Maruja, Pepe, Rosendo, Alejandro, Victoriano y Angel. Sólo Josefa (que se casó con Héctor, un hombre  adelantado a su tiempo en muchos aspectos, que tuvo el primer cine de Ponferrada y una gran fortuna que se evaporó al tiempo que su razón) no tuvo hijos, pero el resto extendieron el apellido entre cuatro y diez veces cada uno.

En la actualidad hay 24 casas habitadas por descendientes de Romualdo y Martina en tercera, cuarta y quinta generación, cien años después de que éstos compraran la heredad.

Y tienen todos en común el apego a la tierra, que les hace volver más tarde o más temprano, a edificar entre los letreros que señalan “La Martina” en la antigua carretera de Orense y en el barrio de Arriba, formado alrededor de la antigua casa de campo de Isidro Rueda, que fue partida en siete partes.

Los límites del pueblo no están muy claros, al no conformar pueblo en sentido estricto. A grandes rasgos, estarían, al norte con Camponaraya, unos cientos de metros sobre el ferrocarril Monforte-Palencia, al Sur con Toral de Merayo y la presa que sirve para el riego de Dehesas, al Este con Flores del Sil a la altura de la Gasolinera, y al Oeste con Dehesas en las proximidades de la carretera de Orense.

Los más mayores recuerdan haber ido «una vez» al concejo de Dehesas, acordándose allí que ni los vecinos de Dehesas decidirían en temas de La Martina, ni los de La Martina en los de Dehesas. Sin embargo pertenecen a la parroquia de Dehesas, y en su cementerio entierran a sus muertos.

Son vecinos de La Martina, pues, todos los habitantes situados en el tramo de la antigua N120, pero  también los que viven en la moderna N120, en el tramo de enlace con la NVI, aunque la mayoría de los que se han ido instalando en estas zonas no tengan relación familiar con la familia Fernández. Uno de los barrios se llama Sotillo, ya que los siete vecinos que lo conforman son emigrantes de Sotillo de Cabrera.

La Martina fue uno de los pueblos que más vecinos acogió de la montaña próxima en los años sesenta.

Los habitantes de Ferradillo, Santa Lucía, y Paradela, los dos primeros hoy deshabitados, compraron tierras y edificaron casas.

Las construcciones son en su mayoría recientes. El barrio de Arriba es el único que conserva algunas de finales del siglo pasado, como la propia casa de campo de Don Isidro, con sus dos esquinas almenadas y sus trabajados canalones de zinc. En el pueblo es conocida como la casa «del jardín», porque tenía uno frente a ella. Hoy está casi abandonado. Era el centro del pueblo, ya que en ese entorno estaban los servicios: la fuente y el lavadero alimentado por la presa, y más tarde el pozo que se construyó cuando las aguas del Sil comenzaron a ser poco saludables.

También era el lugar en el que se hacía la fiesta, la Ascensión, que se prolongaba de miércoles a  domingo. Las viejas bodegas de barro siguen dando cobijo al vino casero, y de las cocinas de suelo quedan dos chimeneas como mudos testigos.

La cercanía de Ponferrada hizo que el desarrollo industrial de ésta creciese ha cia sus ensanches naturales, y La Martina fue uno de ellos. Hoy hay instaladas más de veinte empresas, entre las que destacan cuatro sierras, tres talleres y la fábrica de Infusiones La Leonesa. Más de doscientas personas trabajan diariamente en el municipio, aunque apenas haya empleada gente original de La Martina.

Este desarrollo industrial por estar en plena carretera de Orense no ha sido obstáculo para que continúe la agricultura. Aunque hombres como Joaquín Fernández asegure con pesimismo que «esto se viene abajo desde la entrada en la Comunidad Europea, y cada vez peor», apenas quedan tierras sin labrar.

En los años cincuenta y sesenta fue cuando La Martina experimentó su mayor desarrollo gracias a la ganadería. El regadío se convirtió en prados para mantener las vacas, cuando todavía El Bierzo no regaba con Bárcena, superando alguna casa la treintena en la última etapa en la que fue todavía rentable, a finales de los setenta y principios de los ochenta. Desde entonces la cabaña ha ido mermando, y de la docena de cabezas de media se ha pasado a una docena en total. La leche era vendida en Ponferrada. Casa por casa, los lecheros de La Martina casi monopolizaban su venta.

Hoy solamente queda uno que mantenga el oficio, y el precio al por mayor no ha variado en quince años.

El res to del campo se dedicó a huerta y a frutales, y toda la producción era vendida en los mercados de Ponferrada, sin que fuera necesario desplazarse a otras ferias. Fue uno de los primeros pueblos del Bierzo en tener grandes extensiones de terreno dedicadas a la manzana, pera y cereza, gozando todavía hoy sus frutos de gran prestigio.

El pueblo se unía una vez al año para limpiar el canal y re hacer la toma de agua. Los más de seis  kilómetros eran recorridos por dos personas de cada una de las siete familias, y, a pico y pala, reabrían el canal. De las humeras y salgueros que crecían en los taludes repartían leña para el invierno, y si había buenos troncos los vendían. Otros los utilizaban para hacer la toma de agua, que cada año deshacía el Sil. Antes de la construcción del pantano de Bárcena alguna nube de verano se la llevaba, y tenía que ser rehecha.

La labor se llevaba a cabo en mayo o junio, dependiendo lo húmeda que hubiese sido la primavera. Cada año le tocaba a una familia encargarse de avisar al resto. En una semana o diez días quedaba el canal listo.

Este sistema se ha mantenido hasta la actualidad, aunque cada vez es más corto el tramo a limpiar al estar entubada buena parte. Es probable que este año se conforme una comunidad de regantes que estipule un precio por terreno a regar con el fin de lograr una medida equiparable para todos los  propietarios que utilizan el agua, ya que no todos los terrenos que se riegan son propiedad exclusiva de las siete familias que limpian la presa.

En definitiva, la presa de La Martina ha sido en estos ciento cuarenta años germen, abono, y lazo de encuentros y desencuentros para una familia que se ha multiplicado como los linajes de leyenda. García Márquez escribiría una buena novela.”

Bibliografia

Estos datos sobre La Martina están tomados del Articulo publicado en el

Semanario Bierzo 7, en la sección de Turismo rural, por Angel G. Osorio.