Homenaje a Virtudes Fontal

“SANTA VIRTUDES DE LOS POBRES”

Que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda

y que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha”

Amiga Virtudes, exceptuando alguna reseña en los medios de comunicación locales, sé que no vas a ser noticia en la prensa del corazón, aunque hayas AMADO más que todos ellos. Tampoco serás noticia en los periódicos de Economía, aunque hayas solucionado, tú sola, más problemas que todos ellos juntos.

Pasaste por la vida haciendo el bien y eso, no se escribe en los periódicos, ni se comunica en la radio, ni se ve en la televisión. Eso queda grabado para siempre en la historia silenciosa de la humanidad y en el corazón de los pobres, los humildes y los sencillos.

En los últimos días de tu vida, por tu enfermedad y mi trabajo, tuve la suerte de encontrarme contigo con mucha más frecuencia que lo hacíamos en la vida cotidiana y, tengo que darle muchas gracias a Dios, a ti, y a la vida por este hermoso regalo.

Cada habitación del Hospital de El Bierzo por la que pasaste, llevando sobre tus hombros la cruz de la enfermedad y del dolor, y dónde, cada día, recibías el remedio saludable de la medicina; el cariño de la familia y los amigos y la fuerza de Jesús en la Eucaristía, se convertía, con tu presencia, en un rincón de paz, de serenidad, de esperanza, de alegría, de humanidad, de fe.

manos, cuando la luz de tu cirio Pascual se apagaba lentamente en este mundo para dejarnos el resplandor de tu sonrisa, de tu generosidad, de tu entrega y de tu vida, gastada por Amor a Dios y a las personas.

Se te veía feliz, serena, realizada, satisfecha, llena de paz.

Claro, ¡Menudo puñado de AMOR llevabas en el cuenco de  tus manos a la casa del Padre!.

Fui de los primeros en llegar al tanatorio y, al entrar en la sala donde reposaba tu cuerpo rodeado de flores, me impactó tu cara. En tu rostro, no vi el rostro de Virtudes, sólo pude ver el rostro de la Virgen María.

Rezamos por ti y te pedimos que rezaras tú también por todos nosotros.

Me hubiese gustado proclamar en la Eucaristía el texto del evangelio: “Venid a mí, Benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y en apuros y vinisteis a verme…”

Sí, allí estaban todos. Tristes, con lágrimas en  replica  los ojos y en el corazón, como Tomás, el primero que encontré al entrar en la iglesia. Me miró, con esa expresión suya que lo dice todo, y se fundió conmigo en un abrazo.

Durante la Comunión cerré los ojos y vi, cómo a este banquete de la Eucaristía, celebrado en tu honor, se iban acercando, además de tus familiares amigos y conocidos, TODOS: Los pobres, los tristes, los necesitados, los rechazados, los excluidos, los marginados… Iban a sentarse a la mesa, para compartir y disfrutar contigo del Banquete del Amor.

No faltaba nadie: Los payos, los gitanos, los transeúntes, los del Bierzo, los del sida, los de la droga, los “malditos de la sociedad”… Estaban todos allí felices y contentos.

¡Como lo disfrutamos!

Creo que en el Vaticano todavía no se han enterado de tu muerte ni de tus méritos. Todavía no se ha  expediente de canonización; pero, para mí, para muchos, para muchísimos; creyentes y no creyentes, católicos o evangelistas, musulmanes o de cualquier otra religión, que hemos tenido la suerte de encontrarnos contigo y hemos visto en tus obras el verdadero rostro de Cristo y de su Iglesia, ya eres Santa Virtudes de los Pobres.

Alberto

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